La lealtad
La lealtad es una forma de la empatía; es el modo que tenemos de decirle a los nuestros que su dolor es nuestro, que lo que les pasa a ellos, nos pasa a nosotros también, que compartimos los males del mundo, que somos un frente unido, que la gente que los ha dañado de forma artera, adrede, injusta, no puede gozar ni del beneficio de nuestra duda, ya no digamos de nuestro cariño.
Mientras los nuestros sigan siendo nuestros, no hay forma en que la gente que los daña sea, a nuestros ojos, digna.
Condolerse es dolerse con el otro, sentir el dolor ajeno dentro de nosotros, y por eso es una forma más radical de la empatía. Lo que les duele a los nuestros, nos duele a nosotros de una forma más profunda. Nos duele ser testigos que no pueden sino aportar su compañía. Da un coraje especial cuando el mal se siembra alrededor de un amigo, porque puedes constatar y dar fe de que se está cometiendo una injusticia.
Por eso es imposible querer a alguien que ha dañado a los nuestros, a menos de que los nuestros, ya no sean nuestros. Aliarse con el enemigo es dudar de tu propio amigo, es haberlo abandonado de una forma irreparable y más profunda. Solo así es posible acurrucarse con los que los han dañado, es la única manera en que puede suceder eso en los corazones sinceros.
Por eso la lealtad es como la fidelidad: si la dudas, es porque ya no la tienes, y quizá nunca fue tuya.