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Dos lápices fuera de su lugar
Hay días en los que las voces en tu cabeza suenan mucho más fuerte que el ruido que en realidad hace el vaso al caer. Y miras a tu alrededor y ves un desastre en donde apenas hay dos lápices fuera de su lugar y un cable que no recuerdas qué conecta.
Se llega la noche y no puedes dormir porque tus ojos están muy apretados dentro de tu propia cabeza y piensas mucho en que todo va a salir mal porque existe una remota posibilidad de que salga mal y eso es más que suficiente para detonar todas tus alertas y colapsarte.
Despiertas y sientes un hueco en el pecho porque no sabes cómo comenzar o a donde ir o qué ventana dejaste abierta. Sientes que un mar de problemas te aplasta y, casi siempre, ni te aplasta ni es un mar; eres tú pensando mucho en todo todo el tiempo.
Lo cierto es que sabes el camino y estás dispuesto a caminarlo y, al margen de todos tus miedos, sólo hay que ir al punto al que, desde un principio, tú ya sabías que iba a ser complicado llegar. Ve.
Tente paciencia; si sigues trabajando, habrás de llegar.