Una de las características más complicadas de la vida, es estar en paz. Llevar por dentro, y por fuera, ese mar en calma que nos permita avanzar hacia un futuro feliz montados en un presente tranquilo, es un desafío constante que, en lugar de irse simplificando, va incrementando su nivel de dificultad. El gran problema es que la paz se consigue a través de las decisiones que vamos tomando.
Así entonces, aprender a decidir es el verdadero arte a dominar. Mi fórmula infalible dicta: De los dos caminos que se nos van presentando en toda decisión, normalmente uno nos da paz y otro nos la quita. Elijamos la paz. Donde hay paz puede crecer y existir lo bonito. El amor incluido.
Y precisamente amar se trata de eso, dar paz, no de arrebatarla; de dar paz y de quitar el miedo; de dar paz y de sacudir las tristezas. Se trata de construir hogar y de hacer crecer la sensación de haber llegado justo al lugar que buscábamos
El deseo último de cada uno de nosotros podría, con sus particularidades, resumirse en terminar nuestra vida con quienes amamos, en un lugar que nos guste hasta el extremo, haciendo lo que más disfrutamos, mientras nos sentimos en paz. Y ese anhelo, esa aspiración que pareciera sacada de una ficción, está al alcance de cualquiera. Todo se reduce a tomar las decisiones adecuadas que nos acerquen a ese momento.
Yo, por lo pronto, miro la persistente bifurcación de caminos y posibilidades frente a mí, volteó hacia uno de sus lados y luego hacia el otro, respiro hondo, pienso, y doy el siguiente paso. Ya sé a dónde quiero llegar.