Entrégate al absurdo. No te resistas. Ya no tiene sentido poner buena cara, ni echarle ganas, ni construir un futuro venturoso. Ese futuro se agotó hace tiempo, cuando lo cambiamos por tres favs y un cupón de Temu. Nos lo gastamos en chucherías, en promesas de superación personal y en un boleto de ida a nuestra propia ruina.
Entrégate al absurdo. Vivimos en los bloopers: un mundo donde se celebran los XV años de los perros como si fueran niñas, donde la gente atrapa lechuzas convencida de que son brujas, donde siguen existiendo los guajaqueños. Es un mundo disparatado.
Entrégate al absurdo. Todo es irreal, pero no en el buen sentido. Allá afuera solo hay ruido, memes, fallas en la Mátrix. La brújula moral perdió el norte y el sur. Lo que era bueno ahora es dudoso, lo que era malo ahora te llena de likes, y aislarse en una burbuja ahora se considera la máxima virtud.
Entrégate al absurdo. El hombre ya ni siquiera es el lobo del hombre; es su influencer, su troll, su espectador silencioso. Ya nadie lidera, pero todos gritan. Ya nadie cree, pero todos actúan desde el impulso más rudimentario. Ansían caminar hacia la luz, que ahora es una pantalla de celular encendida en la oscuridad de la noche.
Entrégate al absurdo. Ya no hay que echarle ganas, todo está perdido. El orden colapsó. La esperanza se volvió cringe. La cotidianidad se volvió contenido. No hay plan de escape. No hay ruta de salida. No hay vuelta atrás.
Solo nos queda el exceso. La risa rota, desenfrenada, la carcajada que estalla sin motivo. El goce puro sin justificación. El placer inútil, irracional, sin sentido.
Nada importa. Entrégate al absurdo.