Apenas aprendemos a superar obstáculos mínimos, se apodera de nosotros una soberbia sorda que con los años se nos mete cada vez más en la mente, como una humedad imposible de eliminar que termina por infestarnos por completo: la idea de que la voluntad lo puede todo, la necia noción de que somos lo que somos por elección y nada más.
Pero el tiempo pone todo en su lugar. Poco a poco vas descubriendo que lo que creías una decisión bien razonada fue el capricho de una mente infantil que se te hizo costumbre y que ahora aceptas sin cuestionar. Una vez elegiste una bufanda azul y no verde, y ahora tu color favorito es el azul; una vez dijiste que qué bonito jersey el de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, y ahora vas al Tres de Marzo todos los sábados a echarle porras a un equipo muerto; y así, todas tus preferencias se van revelando como una arbitrariedad, una elección azarosa que no te define, pero a la que te aferras.
También con los años, el río de tu espíritu encuentra su verdadero cauce y descubres tus verdaderas tendencias. Tus debilidades se manifiestan y empiezas a tropezar siempre con la misma piedra: te cuesta soltar el pasado, o batallas para terminar lo que empiezas, o te enamoras siempre de la güerita con cara de loca que termina destruyéndote la vida.
Pero una de las cosas que más cuesta discernir es lo que verdaderamente te gusta. Si quitas la influencia de tu círculo familiar y social, y te deshaces de los prejuicios que fuiste formando con los años, y aprendes a abrazar lo que realmente te mueve, la realidad con la que te encuentras puede ser terrible. Por eso existen los gustos culposos.
Nunca nadie se arrepiente de aceptarse como es. Tener un gusto que sea culposo es la muestra de una debilidad de espíritu.
Acepta tus gustos culposos. Quítales el adjetivo y conviértelos simplemente en «tus gustos». Es un proceso difícil que te va a costar, pero vale la pena pagarlo. Con el tiempo, tendrás la satisfacción que da la valentía y podrás decir: «Soy este, con todo y mis debilidades, con todo y mis gustos que ni yo mismo entendía».
Así, darás un paso en la dirección correcta: esa que te lleva a la bondad de ser tú mismo.