El azar pondrá frente a ti a una infinidad de personas. Con algunas de ellas, con muy pocas en realidad, compartirás más que la casualidad de haberse cruzado alguna vez en el mismo barrio, la misma escuela o el mismo trabajo.
Algo más fuerte los unirá: quizá los mismos valores, objetivos en común o una visión compartida del mundo.
Esas son las que querrás conservar a tu lado. No habrá una decisión más importante en tu vida que las personas a las que elijas para compartir tus días, los buenos y los malos, los alegres y los tristes, los próximos y los últimos.
Porque habrá días buenos en los que te será fácil estar cerca de los tuyos, días de risas desbordadas en las que la felicidad se multiplique de abrazo en abrazo.
Pero un día te vas a perder, todos nos perdemos. En la zozobra extenderás los brazos a ciegas con la esperanza de encontrar una mano que te ayude a retomar el camino de la luz y, si tienes suerte, encontrarás todavía a ese amigo que se ha mantenido a tu lado porque sí, porque eso hace un amigo y porque tú harías lo mismo por él si los papeles estuvieran invertidos.
Nada te convierte en una mejor persona que rodearte de la gente correcta, crecer con ellos, prosperar juntos. Nada te convierte en una mejor persona que abrazar a tus amigos. La amistad es el motor de la vida.