A veces, lo que queremos nos parece trágicamente lejano.
Pero hasta lo más lejano está siempre apenas a unos grados de separación. Lo único que nos aleja de esas cosas que sentimos distantes es nuestra propia desidia. Cuando te mueves, intentas, caminas, cada paso te confirma que aquello que veías imposible está mucho más cerca de lo que pensaste, y que lo que se interponía entre tú y lo que quieres, solo eras tú.
Ahí estás, tan cerca de Laurita de finanzas y tan lejos de aprovechar cuando va a la cocina a servirse un café para acercarte a ella y picarle las costillas; o tan cerca de volver a usar tus camisas talla M, pero tan lejos de dejar de chingarte ocho tacos de suadero con todo y una michelada naca afuera del metro antes de volver a casa a una lechuga que jamás tocarás; o tan cerca de tu gente, de quienes te alejaste por alguna tontería, pero tan lejos de tomar el teléfono y decir la palabra menos utilizada del idioma español: «Perdón».
Levántate, muévete, busca eso que deseas, quizá está al alcance de tu mano y solo necesitas tomar la decisión de buscarlo. O también podrías buscar metas más realistas y en lugar de querer picarle las costillas a Laurita, conformarte con que deje de denunciarte a recursos humanos por tus chistes sexuales; en lugar de querer que te queden tus camisas tallas M, mejor entrégate a tu nuevo cuerpo diverso y compra talla L; y en lugar de querer acercarte de nuevo a tu familia, ir por cigarros y ya no regresar.
Porque a veces lo que queremos y nos parece trágicamente lejano, sí lo está. Cálmate, tírale más abajo, te estás mamando.