Los locos se soltaron y tomaron el control del manicomio. Desde su tiranía, cambiaron la definición de todas las cosas. Lo que antes eran hechos evidentes, para ellos ahora son preguntas irresolubles. ¿Es un derecho humano asesinar bebés? Quizá. ¿La ignorancia es tan valiosa como el conocimiento? Puede que sí. ¿Qué es una mujer? Quién sabe.
Pero la culpa no es de ellos, pobrecitos, nada más están locos. Luchan para que sus locuras tengan sentido, para convencerte a ti y a ellos mismos de que su visión del mundo no está mal cuando difiere de la realidad, sino que la realidad es caprichosa, misteriosa, insondable, y que a veces hay que forzarla para que se adapte a lo que existe en sus mentes fallidas.
Pobrecitos, están locos y no tienen la culpa de nada. Se les extinguió el sentido común porque en su locura creen que abajo es arriba y arriba es abajo, y están dispuestos a defender su punto hasta la violencia, porque están locos. No saben dialogar, ni argumentar, ni escuchar una opinión distinta a la propia. Al primer desacuerdo, sueltan un gritito y te llevan al electroshock, porque es lo que saben, así los trataron a ellos.
La culpa no es de los pobrecitos locos, la culpa es tuya… porque un día escuchaste a uno decir una locura y pensaste: «Bueno, está loquito, qué va a decir, vamos a seguirle la corriente». Y así dieron un paso. Luego, cuando la locura se hizo más grande y dos, tres, mil loquitos se aliaron para continuar con la farsa, pensaste: «Pobrecitos, están locos, qué van a hacer, vamos a darles chance de creer en lo suyo». Y así aprendieron a volar.
Y ahora que vuelan, la culpa no es de ellos, que están loquitos y no saben que viven en un mundo de fantasía; no es su culpa que tú calles casi todo lo que piensas y que no los quieras ofender, porque te da miedo; no es su culpa que guardes las palabras que les harían daño y los acercarían a la realidad que tanto temen, porque para ellos lo más doloroso es lo que los hace voltear a un espejo y reconocerse ahí, todos locos desquiciados.
La culpa es tuya porque los ves y piensas: «Es que, pobrecitos, están locos, estuvieron mucho tiempo amarrados, hay que compensarlos». La culpa es tuya por callar cuando deberías confrontarlos, aunque sean muchos y estén dispuestos a lo peor para mantener su fantasía, porque están locos. La culpa es tuya por no dar un golpe en la mesa y mandarlos callar; por no quitarles las llaves de las celdas y liberar a los guardias y encerrarlos a ellos; por ser el cobarde que escucha una locura y se hace el loco, como si ellos estuvieran cuerdos y el loco fueras tú.
Los locos andan sueltos y la culpa es tuya, aunque estás a tiempo de cambiarlo. Enfréntalos, hazles ver sus contradicciones, desmiente sus falacias. Es muy fácil: tienes de tu lado a la razón y al sentido común, y ellos nada más un endeble delirio, porque, pobrecitos, están locos.