La mayor parte de nuestra historia no la entendemos cuando sucede; y eso, precisamente es lo que más duele. Ir viviendo una vida en la que no le encontramos sentido a mucho de lo que va pasando, se vuelve una tarea difícil de sostener.
La vida duele demasiado, por eso inventamos la fe.
En esta vorágine de acontecimientos en la que estamos inmersos, miramos el futuro como si fuera un horizonte al cual nos dirigimos y que nos permitirá asimilar lo que aún no podemos. Y de cierta forma así es.
Entender el presente es muy difícil porque estamos muy cerca de él. Es como querer comprender un mural que se extiende por varios metros mientras lo miramos solo a 30 centímetros de distancia.
Si nos alejamos lo suficiente, alcanzaremos a ver cómo esa parte del mural tenía sentido con todas las demás, y sabremos por qué cada una de ellas fue la que fue.
De cualquier manera, no importa saber que algún día lo entenderemos porque el dolor no tiene que ver con la conciencia o el conocimiento, sino que está conectado al instinto, y por eso se siente como un relámpago constante atravesándonos por dentro.
Cuando pensamos en el dolor de los que amamos, nosotros también sentimos su filo, y desearíamos quitárselo todo aunque nos traspasara enteros. Quisiéramos arrancarles ese dolor y devolvérselo hecho sentido.
Proteger a otros del dolor es otra forma de quererlos.
El dolor nos recuerda que estamos vivos, pero la gente que amamos nos recuerda para qué.
El dolor nos recuerda de dónde venimos, pero el amor nos recuerda hacia dónde vamos.
Nada nos define tanto como el dolor que superamos.Pero también hay quienes se manchan, quienes se ensucian, los de los codos y las rodillas raspados, los que eligen lo otro: la maleza por el sendero, la apuesta por la segura, el muro por la puerta; los que hacen camino al andar, diría Machado.
A veces creemos que los notables lo son por cierto sino que les vino al nacer; que Messi es Messi porque nació Messi y que Freddie nació Queen y poco o nada puede hacerse alrededor de un astro, más que mirarlo arder. Y puede ser. A veces es.
Lo cierto es que el primer paso del notable a veces es la pregunta que no aparece en el examen, los metros que le siguen a los límites de la carretera, la idea para la cuál todavía no existe una palabra.
Cruzar el muro dobla, lastima, muerde. Hay quienes se rompen antes del otro lado.
Fracturar las puertas cerradas, las reglas no escritas, los protocolos, los miedos de uno.
Pero hay quien cruza, quien llega; maltrecho y todo, cansado y todo, cargándose a sí mismo nomás con sus puras manos; yendo al choque con la fe en que quizás.
No hacer música para el público que hay, sino hacer público con la música que haces; no hacer comedia para la audiencia que hay, sino hacer audiencia para la risa que das; no elegir cierta gente que ya es, sino hacer lo que haces tan tú y tan bien, que la gente que hay, que es y que está; sea, de a poquito, tuya por ti.