Aprender a valorar algo antes de perderlo, lo cambia todo. Muchas veces dejamos lo realmente valioso por estar mirando lo que nunca tuvimos. Luego pasa que lo que no tenía importancia, la adquiere toda, y es cuando nos damos cuenta de que perdimos de vista lo importante por habernos enfocado en lo imposible. La cosa es que haber tenido algo no es garantía de volverlo a tener; en cambio, haberlo perdido y no aceptar esa pérdida, la perpetúa.
Es bien sabido que la vida es una constante sucesión de pérdidas; sin embargo, de cada uno depende aprender a perder lo que no quiere. Perder es otra forma de ir detrás de los verdaderos deseos. Perder es dejar espacio para nuevas historias. Abrir las manos es soltar los restos que ya no somos, y abrir el corazón es dejar que nuevos comienzos entren.
Soltar no significa deshacerse, sino la posibilidad de volverse a construir.
El problema, es que muchas veces confundimos aprender a soltar, con perder, y por eso nos aferramos a lo que debió irse hace mucho. Hacemos que el miedo a perder sea más fuerte que la fortuna de encontrar lo que en realidad queremos. El objetivo final, es lograr el justo balance entre luchar por lo que deseamos y soltar lo que nos lastima.
Sucede a veces que sentimos que no somos capaces de dejar ir. Esto se debe a que no se puede soltar lo que nunca estuvo en nuestras manos; y transformamos esa incapacidad en tristeza o incluso odio, porque son otras formas de aferrarnos a lo que teníamos amarrado hasta con los nudos de la garganta.
No conservemos lo que nos hace sentir que podríamos estar en algo mejor. Aprendamos a soltar o a perder lo necesario; y agarremos fuerte, con las dos manos y el corazón, todo lo que nos hace sentir que quisiéramos otra vida para volver a vivir lo mismo.
Llegará de nuevo todo lo que alguna vez amamos y entenderemos entonces el sentido de cada cosa. Llegará de nuevo todo lo que nos hizo felices, aunque no venga de quien lo esperábamos ni de donde creíamos que vendría.
Que ya no arrastremos lo que voló, que no nos haga falta lo que no fue, y que ya no nos duela lo que alguna vez latió.
Soltar no significa deshacerse, sino volverse a levantar.