Ser hombre significa, entre otras cosas, encontrar a una mujer que complemente todo lo que tú no eres. Una mujer que, desde sus ojos, vea a un hombre que tú no has logrado ver. Un espejo que muestre todo lo que no has descubierto.
Ser hombre se trata, entre otras cosas, de crecer para construir una estructura que el día correcto puedas ofrecer a la mujer adecuada. Un lugar que ella acabará transformando en hogar. Una puerta que volverá umbral. Unos cimientos a los que ella les pondrá jardín, plantas, árboles y primavera.
Ser hombre se resume, entre otras cosas, en prepararte para resolver todos los desafíos que aparecerán en todo aquello que un día vas a crear con una mujer. Una mujer que va a confiar en que has sabido tender una red para sostenerla cuando caiga, y has levantado los muros y techos necesarios para protegerla de las inevitables tormentas que traerá la vida.
Ser hombre representa, sin duda alguna, la oportunidad de ver en una mujer la promesa de un mañana, y la certeza de saber, con sólida esperanza, que todo lo que trabajaste durante tu vida, aquello que te enseñó tu padre, lo que aprendiste de tu abuelo, ahora está ahí frente a ella y a todo lo que trabajó durante su vida, frente a aquello que le enseñó su madre, lo que aprendió de su abuela, para que lo tome entre sus manos, lo llene de futuro y te lo devuelva colmado de una luz que no tenías, con la que iluminará un camino que no alcanzabas a ver; un camino que ella recorrerá contigo y alumbrará para ti.