Incluso si tus corazonadas
Cada uno de tus días tomas decisiones que inciden en el resultado de lo que alguna vez habrás de recordar como aquello que fue tu vida. Algunas serán fundamentales, otras anecdóticas: eliges el sabor de un helado y eliges aceptar un trabajo que te llevará a la ciudad en donde conocerás a la mujer que apostó por ti; cerrar la ventana antes de que empiece a llover, hacer una ruta distinta rumbo al trabajo, subir por las escaleras, tirarlo todo y no volver a comenzar jamás.
Todos los días, por insignificante que te parezca, tomas decisiones que van determinándote rumbo a ti.
Elegir es un ejercicio más de memoria que de futuro; incluso tus corazonadas son cachitos de recuerdos serpentinos que insistes en lanzar al porvenir por si algo de ti que todavía no existe coincide con lo que alguna vez te hizo bullir el corazón.
Y aunque nunca sabes realmente a dónde va a llevarte tu próximo fallo, debes saber que el salto de fe siempre se da desde los pies plantados en el piso firme de un pasado honesto o, por lo menos, entendido, descifrado: tu pie de atrás es lo único que realmente es tuyo mientras vacilas.
Nomás recuerda, también en pasado, que elegir, más que direccionarte hacia cierto destino, te teje hacia cierto tú.