Siempre estuviste seguro de todo; hubo un punto, incluso, en el que pensaste que a tu alrededor, suponiéndote hoguera, se arrimarían a tu calor, no sólo quienes tuvieran noticia de tu luz, sino aquellos que pasaran junto a ti. Suficiente, creíste que nomás con ser lo que creíste ser, bastaría para que el resto lo creyera.
Pero ocurre el mundo y casi siempre las cosas son lo que son. Enfrentaste tus postulados contra un viento leve que venía de cualquier lugar y terminaste recogiendo fotocopias en una banqueta que ya ni sabes si era la tuya.
Valdría la pena pensar que no es necesario ser eso que crees ser. Que no siempre hay que ser faro en una esquina que alumbra la ciudad. A veces nomás eres tú y tus párpados; a veces tus palabras no resuenan en un lugar distinto que en tu propio corazón.
Déjate ser nomás eso que te alcanza. Ciertas noches necesitan ser oscuras. Amanece como puedas, cuando puedas.