Vas a decirme que no es un asunto mío, que yo no debería de hablar de lo que crees que te pertenece solamente a ti. Pero la verdad es que el feminismo no es un asunto de las mujeres: el feminismo es un asunto de las izquierdas. El feminismo es una idea política y de las ideas podemos hablar todos y todos somos políticos. Así como tú, que tienes una opinión de Palestina, siendo de Tapachula y bautizada y nadie te escupe en la cara que sin islam no hay glam; ni tienes que ser judío para entender que el holocausto es una de las peores catástrofes de la humanidad, ni tienes que ser discapacitado para ponerte violento cada que un pendejo con un March tapa la rampa de la esquina. Es decir: no está mal que tengas opiniones, tengas o no útero; procura, nada más, sustentarlas.
El feminismo es una idea política a la cual puedes estar afiliado seas hombre o mujer y todos en esta sala sabemos qué tipo de ideas políticas deben de habitar en tu cabeza para que lo suscribas como un movimiento al cual quieres pertenecer.
Empieza marzo y, con él, las jacarandas se levantan más temprano y las muchachas feministas nos quieren colar otra vez la idea de que nadie, más que ellas, tienen el monopolio de las ideas de la justicia y la custodia de los derechos de todos. Pero aunque casi todas las feministas son mujeres, la inmensa mayoría de las mujeres no son feministas.
Otro 8 de marzo, día de la mujer. Mi recomendación es que ustedes, mujeres, tomen posesión de un día que les pertenece y se lo quiten a un grupo político que dice hablar por ustedes. O mejor dejarlo pasar: primero porque nunca ninguna revolución estuvo auspiciada por el Estado y por el capitalismo y, segundo, porque puro pendejo se detiene a ver qué día internacional de algo es hoy.
Si entrecierras los ojos y te instalas en la más mínima decencia, vas a figurar que es mentira que estás subyugada por tu condición sexual por parte de la mitad de la población, que no es cierto que tus enemigos son los hombres de tu vida; y que es una tragedia, que todavía no termina de ver la luz, que hayan convencido a tantas mujeres de vivir en el victimismo, aisladas y en lucha; que la bandera con la que se habla de sus derechos es la licencia para matar a sus propios hijos en su propio vientre y que realizarse se trataba de no necesitar nunca a nadie y de trabajar hasta los 60 para regresar a casa, sola, a darle de comer a los gatos porque una mujer no necesita de un hombre y, mucho menos, formar una familia con él. La maternidad es muy difícil: eso es esclavitud heteropatriarcal.
Vivimos en una época y un lugar en el que, en papel, todos somos iguales ante la ley, qué fortuna, occidente. Pero también es cierto que vivimos en un país en el que se registran más de 40 mil muertes violentas al año con una tasa de 94% de impunidad y con una corrupción que rebasa el 90%, qué desgracia, México.
Amiga, hermana: el enemigo es otro, el enemigo es otra cosa. Agárrate de quien puedas, abracémonos todos. Esto ya se acabó, vivimos en el carajo.