Un día cualquiera, a veces sin que tú lo entiendas del todo, el sol va dibujarte una sombra distinta a la que siempre tuviste pegada a los pies; vas a notar que el viento sopla desde otro norte, tus rutinas y tus pasos van a estar descolocados, tu intuición va a dar tumbos. Inclinaste tu centro y ahora, para bien o para mal y porque un día habría de ocurrir: de tanto que te fuiste, llegaste.
Eres un forastero y tu naturaleza de explorador intenta entender todo sobre la marcha: observas y das un paso, escuchas y das otro; alerta, te asumes extraño en el mundo que habitas; eres un intruso de la historia que cuentas, un polizón en lo que entiendes; cuando entiendas, si es que entiendes.
Extranjero, comprendes que la tierra firme es lo mismo donde sea: aquí donde varaste y allá donde te extrañan; y das con que no falta aprender de tajo un lugar que ni habías figurado antes ni habrías de pisar si no fueras lo que eres hoy.
El afuera es incierto, ajeno, impredecible. Habrá que volver a mirar adentro.
Atento y paciente, si eres dueño de ti, sabrás que siempre pertenecerás al sitio en donde plantes tus pies.