Te va a tomar unos minutos, pero eventualmente habrás de entender que querer saberlo todo es más un impulso de la arrogancia que del instinto. Una apuesta que, de vez en vez, te vendría bien perder.
En ocasiones, el mundo que te alcanza con los ojos es, por decir lo menos, suficiente; y no debería haber vergüenza en la primera vista con la que uno reconoce el paisaje. No siempre resulta urgente tener los pensamientos detrás del horizonte. A veces basta con estar parado sobre los pies con los que amaneciste el día de hoy.
Tómale más respeto a no hacer las preguntas pertinentes, déjate llevar por el desconcierto, confórmate con el rojo inesperado, siéntete cómodo, por un momento, con el momento.
Si te equivocas bien, si sueltas el control, advertirás que la sorpresa es un premio de incertidumbre para quienes saben aflojar el cuerpo cuando se está acercando una ola repentina.