En nuestra primer conciencia, cuando nuestras primeras dudas fundamentales; echamos amarre en el cabo del puerto más próximo, en el conocido, en el de la primera vez que levamos el ancla que alguna vez nos ató a creer lo que creíamos.
Y aunque las ideas son sólo ideas que pueden cambiar cuando cambiamos, sus principios están bien cerquita de los nuestros; es decir: tus ideas, al ver la luz, son el primer boceto de lo que habrás de ser; tus primeras respuestas ante tus primeras dudas se convertirán en los principios a los que habrás de volver cada vez que te enfrentes a una situación en la que, para zanjarla, tengas que preguntarte quién eres.
Y aunque no seas para siempre lo que fuiste en un comienzo; cada vez, cada una de tus veces, eres una consecuencia de aquella punta en donde echaste tu primer amarra.
El tiempo pasa, el viento vuela las cortinas, el martes sucede al lunes y el mar siempre habrá de devolver sus muertos a la orilla.
Y tú vas a cambiar y tus ideas habrán de cambiar contigo; eres lo que vas siendo y casi nunca hay meta para ese caótico mientras tanto. Es lo normal, todos somos ambulantes y nuestras cabezas, todas, viran sin avisar jamás a dónde.
Lo que sí, es desde qué. Siempre desde tus principios. Porque tus principios no son tus ideas itinerantes ni la esquina en donde te tocó estar parado hoy, que parecen las ocho siendo las seis; tus principios son aquello que se figura detrás de tus ojos cuando, ante y contra el mundo, tengas que preguntarte quién eres.