Hay que saber que el mundo se ocupa y la vida se enfrenta, que casi cada una de las ideas que hoy te sostiene llegó contigo, arrastrando apenas, cuando volviste de cierto campo de combate. Vivir es violento: Todo lo que tienes lo ganaste y, todo lo que no, o no lo has luchado o lo perdiste a manos de tus rivales en turno y tarde. Vivir es violento, vivir es pelear.
Por eso hay que ser honorable. Entender las dimensiones y los tiempos, las reglas y los puntos; los límites de las trincheras y de la zona cero; la artillería permitida; los llamados a paz, los códigos, los usos y los cómos de las sepulturas. En todo intercambio, y sobre todo en los violentos: lo primero es el honor, lo demás siempre ocupa sus espacios a su tiempo.
Por eso es que hay que saber ser adversario, hay que dar el ancho en los hombros y tener la estatura para la contienda: llegar en una pieza e irse entero y cuidar, a lo lejos, que nuestro antagonista llegue en una pieza y, si es posible, se vaya entero. Porque el respeto a lo que uno ama lo tiene cualquiera, está fácil cuidar de lo propio; pero el respeto al enemigo al otro lado de la mesa, apenas pocos: ahí el honor. Quien sabe ser un buen rival, tiene las credenciales para ser un buen amigo.
Por eso se paga caro, por eso se tiene poco, por eso casi nadie.